martes, 29 de octubre de 2013

Sobre sectas: Los mormones

Es un lavado de estómago, pero con manos y de materia gris.
Corrían los años por allá del siglo XIX, años de guerras y revoluciones, donde España comenzaba a menguar sus territorios y América seguía siendo la tierra de las grandes oportunidades. En Estados Unidos se creaba la semilla de una nueva y molesta secta que muchos años después se convertiría en una de las principales que más definen esta vomitiva lacra: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días, o más bien conocidos como “mormones”.

Su primer y único iluminado fue el fundador, un tal Joseph Smith, figura controvertida que decía haberse encontrado con el dios judío y su supuesto hijo. Sus esfuerzos por establecer una teocracia en un país que aún estaba formando su identidad propia con separación del Estado y la Iglesia es un misterio, puede que incluso pudiera atribuirse a alguna enfermedad mental o alguna alucinación loca junto con una personalidad perseverante y pretenciosa. El caso es que él y su rebaño de ovejas causo un gran revuelo por aquel entonces, fueron objetivo de la injusticia e intolerancia, y su historia se convirtió en el cuento de un mártir atontado. El gobierno dejó que procrearan como conejos en el estado de Utah mientras en el país sobrevenía una guerra civil (Guerra de Secesión).

No siempre los gordos y barbudos son bondadosos y dulces.
A este buen pastor, falso profeta según otras religiones (aunque para mí, todos son falsos), le siguió la figura de Brigham Young, un bribón que se aprovechó de la ideología poligámica de la secta para hartarse de follar en un harén compuesto por más de 50 mujeres. El pobre también era un poco racista y pensaba que los negros eran los descendientes de Caín, un pensamiento completamente deleznable, pero… ¡Prrff! Quien puede culparle cuando hablamos de un país que dejó la segregación racial entrando en el siglo XX, lo cual es absolutamente penoso. Todavía habrá algún viejete carca, eunuco reprimido y miembro de algún club de armas de fuego que se queje por la ley de derechos civiles, escupiendo su asquerosa saliva a la pantalla de un viejo televisor, atiborrado de hamburguesas y tirado en el sofá mientras su mujer trabaja día y noche.
Una secta con unos orígenes un poco difusos y poco agradables, que sin embargo, logró atraer la atención de bastantes feligreses para rellenar sus filas. Actualmente, tienen templos y sedes en muchos países, y su núcleo se encuentra en Salt Lake City, donde cuentan con una especie de catedral muy “chic”.

Los mormones pertenecen a quizá la secta más presuntuosa de todas, afirmando que su objetivo es alcanzar la ideología de los primeros cristianos (una especie de secta “hippie” utópica y perseguida por los romanos). Es curioso que el nene que al principio preguntaba a dios por cuál era la religión verdadera, acabara formando una nueva y que esta acabara separándose a su muerte. Pero bueno, así es la vida y así es la condenada religión: tan segregada como lo es la cultura y las opiniones.

Sus costumbres e ideología, son cuanto menos, muy excéntricas. No digamos ya la obsesión por bautizar muertos y forrar sus partes con calzones divinos el día de la investidura. Si bien hubo una época en que practicaron la poligamia como cerdos, llegó un momento en que cambiaron de opinión. Comparten con los testigos por la misma obsesión de proselitismo obsesivo, pero optan por llamar la atención y establecer un uniforme sobrio de oficinista: camiseta blanca, pantalón oscuro y corbata seria. Bien peinados y acicalados, de piel blanca y fina como la de un bebé a término. Por lo general, rubios y ricos, ellos mismos se pagan el coste de los viajes para evangelizar. Siempre en parejas, portan una mochila a la espalda y van de puerta en puerta vomitando sus ideas extrañas. Una chapa negra colgada de la camiseta blanca revela siempre su identidad.

Portan consigo su propio libro dogmático: una especie de libro que se titula “El libro del mormón”, razón suficiente que les ha dado a esta gente para ser llamados de esta manera. Una serie de textos que se supone que aclaran diversos aspectos de las escrituras originales, pero que no deja de ser otra interpretación de la biblia adecuada a ellos y al iluminado yonqui.

La secta está gobernada por un grupo de doce personas (Quórum de los doce), un grupo de viejos que intenta emular al antiguo grupo de apóstoles. Sus decisiones tienen la misma validez de esto, asegurándose así que nadie les contradiga.

Las mujeres mormonas no pueden aspirar al sacerdocio, y quedan relegadas a tareas sociales. Son vulgarmente entrenadas para ser perfectas esposas y presionadas para mantener el himen íntegro hasta después del casamiento. Las relaciones antes del matrimonio están prohibidas para estos impotentes, así como las caricias íntimas, la masturbación y la pornografía. Los carcas sectarios aconsejan a los jóvenes esperar hasta los 16 años para salir a citas, una edad a la que se supone que ya tienen la capacidad de tomar decisiones sabias (aunque siendo de una secta, esto me parece realmente improbable). Cuando salen en pareja, reciben consejo continuado para mantener la polla dentro del calzoncillo. Por supuesto, el adulterio también es un pecado grave, aunque afortunadamente optan por excomulgar, más que apedrear a la mujer que lo cometa.

A este hombretón no lo dejaron acabar la carrera por participar en un posado fotográfico.
Es el pecado hecho en cuerpo, con el paquete enfundado en una braga de metal.
Si hay una cosa que siempre me ha molestado de las religiones es la negación del placer sexual al ser humano. Estas prácticas absurdas acaban siendo perjudiciales, impidiendo la correcta maduración sexual y pudiendo aparecer posibles parafilias en una mente reprimida y cerrada (como la tendencia de los curas a la pedofilia). Si bien nunca llegué a entenderlo, debo afirmar que los dioses deben tener envidia de los mortales por no poder mojar el churro como para pactar leyes así. Gran culpa la tiene la biblia, por afirmar que el sexo sólo debe considerarse un mecanismo para la reproducción. ¿O acaso es uno de esos famosos errores que siempre surgen cuando tomamos un libro como guía moral?

Utah seguirá siendo controlada por el sectarismo y el conservacionismo más progre, una secta que se alimenta sobre todo de sus ovejas más jóvenes para mantenerse y expandirse. Mucho le queda para librarse de ellos, pues Smith marcó el territorio con fuego incandescente.